Los contemporáneos
Dueño de una proverbial erudición, el crítico e historiador mexicano José Luis Martínez, cuya biblioteca es la memoria viva de nuestras letras, hace en este ensayo la radiografía precisa de los Contemporáneos, el "grupo sin grupo" o primera generación moderna de nuestra literatura.
- Comencemos por registrar quiénes fueron los Contemporáneos. Propongo este grupo estricto de nueve escritores: Carlos Pellicer (1897-1977), Bernardo Ortiz de Montellano (1899-1949), Enrique González Rojo (1899-1939), José Gorostiza (1901-1973), Jaime Torres Bodet (1902-1974), Xavier Villaurrutia (1903-1950), Jorge Cuesta (1903-1942), Salvador Novo (1904-1974) y Gilberto Owen (1905-Filadelfia, 1952).
En torno a ellos, deben considerarse quince más también notables: Ermilo Abreu Gómez (1894-1971), José Martínez Sotomayor (1895-1980), Eduardo Villaseñor (1896-1978), Eduardo Luquín (1896-1971), Bernardo J. Gastelum (1896-1982), Samuel Ramos (1897-1959), Octavio G. Barreda (1896-1964), Carlos Díaz Dufoo Jr. (1898-1932), Anselmo Mena (1899-1950), Agustín Lazo (1900-1971), Elías Nandino (1900-1993), Celestino Gorostiza (1901-1973), Enrique Munguía (1902-Ginebra, 1940), Alfonso Gutiérrez Hermosillo (1905-1935) y Rubén Salazar Mallén (1905-1986).
Entre ellos, el de vida más corta fue Gutiérrez Hermosillo: treinta años. El más longevo, Nandino, que murió a los 93 años. Y hubo cuatro suicidas: Díaz Dufoo Jr. a los 34 años, Munguía a los 38, Cuesta a los 39 y Torres Bodet a los 72 años; y acaso Villaurrutia a los 47. Su edad promedio de vida apenas llega a los 56 años.
Aunque la mayoría hizo estudios superiores, con la excepción de González Rojo, que fue abogado, ninguno más tuvo un título académico. Entre los del segundo grupo, fueron abogados Martínez Sotomayor, Mena, Villaseñor y Salazar Mallén, y médicos Gastelum y Nandino. Todos pertenecían a familias de clase media. Con la excepción de Pellicer que era poco libresco, los demás Contemporáneos del primer grupo leían el francés y el inglés e hicieron traducciones de escritores de esas lenguas. Villaurrutia, Novo y Lazo añadían autores italianos (Pirandello, Botempelli) entre sus aficiones.
Publicaron tres revistas literarias. Torres Bodet y Ortiz de Montellano dirigieron La Falange (1922-1923), inclinada a la línea poética de González Martínez; y Novo y Villaurrutia, Ulises (1927-1928), vanguardista. Unidos, hicieron Contemporáneos (1928-1931), una de las más notables revistas literarias de México. Los patrocinó el doctor Gastelum, secretario de Educación y de Salubridad. Inicialmente, los editores además del patrocinador, eran Torres Bodet, Ortiz de Montellano y González Rojo, y del número 10 al 42-43, final, el director fue sólo Ortiz de Montellano.
Además de dar a conocer las obras del grupo, en Contemporáneos se recogieron estudios y textos de literatura mexicana, piezas teatrales y se divulgaron las obras de un grupo de nuevos pintores: Roberto Montenegro, Rufino Tamayo, Julio Castellanos, Miguel Covarrubias, Manuel Rodríguez Lozano, María Izquierdo, Agustín Lazo, Carlos Mérida, Carlos Orozco Romero, y un fotógrafo excepcional, Manuel Álvarez Bravo. Estos artistas renunciaban a lo monumental y propagandístico instaurado por los muralistas (Rivera, Orozco y Siqueiros) y se esforzaban por volver a un arte menos ambicioso y más limitado e intenso.
También les interesó el teatro. Novo, Villaurrutia y Owen, en 1928, formaron una especie de compañía que llamaron Teatro de Ulises, para difundir la vanguardia teatral del mundo. Los patrocinó Antonieta Rivas Mercado con un local en la calle de Mesones en el que cabían cincuenta personas de público. Además de escribir teatro, los creadores del grupo dirigían la puesta en escena, traducían obras extranjeras recientes de Cocteau, O'Neill, Roger Marx, Vildrac, Lord Dunsany y Claudel, y algunas veces actuaban. Las esceno-grafías y los vestuarios los diseñaban Montenegro, Rodríguez Lozano, Castellanos y Lazo. En los elencos sobresalieron actrices como Clementina Otero e Isabela Corona, que luego tuvieron largas carreras teatrales.
Las obras del grupo principal tienen extensiones diversas. Las más numerosas son las de Torres Bodet y Novo, con alrededor de cincuenta libros cada uno; las de Pellicer y Villaurrutia tienen extensiones medias, con unos quince títulos cada uno, de los cuales, los de Pellicer se han concentrado recientemente en los tres gruesos volúmenes de su poesía y los de Villaurrutia en el tomo antiguo del FCE. Las obras de Cuesta se han reunido en cinco tomos. Los libros de Ortiz de Montellano, de Gorostiza, de González Rojo y de Owen caben en un volumen cada uno. Ahora, los nueve Contemporáneos básicos están bien editados, con la excepción de González Rojo cuya edición de 1987 es desordenada y confusa.
Suele decirse que los Contemporáneos eran homosexuales. De los nueve principales lo fueron tres de los más notables: Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, el cual escribió un relato —que guardó inédito— de sus experiencias en este campo. Los otros seis fueron heterosexuales, y todos defendieron la libertad moral del individuo siguiendo el pensamiento de André Gide.
Además de escribir, los Contemporáneos trabajaron en la diplomacia, el magisterio y el periodismo. González Rojo y Owen tuvieron puestos modestos en el Servicio Exterior de México, mientras que Torres Bodet y Gorostiza llegaron a ser secretarios de Relaciones Exteriores. Don Jaime fue un funcionario prominente pues, además, fue secretario de Educación Pública en dos ocasiones, director general de la unesco y embajador en París. Pellicer fue maestro de literatura en las secundarias y organizador de museos. Torres Bodet explicó la novela francesa en la Facultad de Filosofía y Letras, y Novo y Villaurrutia fueron maestros de cuestiones teatrales. Cuesta escribió comentarios políticos en El Universal y Novo fue un periodista de gran prestigio en diarios y revistas. A partir de 1937 y hasta su muerte en 1974, a lo largo de seis sexenios presidenciales, de Cárdenas a Díaz Ordaz, en las revistas Hoy, Mañana y Siempre! y en diez tomos (edición de Conaculta arreglada por José Emilio Pacheco y otros), Salvador Novo escribió sin interrupción "La Semana Pasada" para dejarnos una crónica admirable de la vida de México a través de su propia vida.